sábado, diciembre 9, 2023
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Don Melchor Ocampo y su contradictoria Epístola

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Apunte Diario sobre Letras Hipnóticas, por: Arturo Vásquez Urdiales

Hoy, abordaremos la vida intrigante y paradójica de Don Melchor Ocampo, una figura de gran influencia en la historia de México.

¿Quién era este hombre cuyas acciones y legado se entrelazan en un enigma de amor y contradicción?

A menudo reconocido por su papel como Ministro de Relaciones Exteriores durante el gobierno de Benito Juárez, Ocampo negoció el rechazado Tratado Mac Lane-Ocampo.

No trataremos hoy del tratado de Don Melchor, que no aprobó el Senado Americano, pero si de su Epístola, un recetario decimonónico para contraer matrimonio, que, según la visión iluminada y liberal de la época, reducía a mueble a las personas del sexo femenino, más él, don Melchorcito, se negó a reconocer a sus hijos que los concibió con una familiar cercana

Contradictorio a más no poder

La Epístola

No obstante, su legado es matizado por la redacción de la Ley del Matrimonio Civil, resguardada por la famosa Epístola que se proclamó en las bodas civiles mexicanas durante décadas.

El enigma de la Epístola y la vida personal de Ocampo

Irónicamente, siendo un defensor ferviente del matrimonio como fundamento de la familia, Melchor Ocampo nunca contrajo nupcias ni formó una familia convencional. Esta paradoja arraiga sus raíces en una vida marcada por la tragedia y el amor oculto.

Hijo adoptivo de Francisca Xaviera Tapia y Balbuena, en su hacienda de Pateo, Michoacán, el destino entrelazó a Ocampo con Ana María Escobar, a quien consideraba su nana y hermana mayor. Sin embargo, entre ellos brotó un amor prohibido, dando lugar a una relación clandestina y apasionada.

La vida les deparó la llegada de una niña, su hija Josefa, cuya existencia se mantuvo oculta. Esta situación no reconocida públicamente condujo a una vida marcada por secretos, contradicciones y dolor, perpetuando un enigma sobre la identidad y la paternidad.

El legado desgarrador y sus consecuencias

Este conflicto interno lo acompañó hasta su trágico final. Secuestrado y fusilado en 1861 por rebeldes conservadores, antes de su muerte, Melchor Ocampo reconoció su paternidad y sus deseos de recompensar a aquellos que lo habían servido con lealtad.

Sin embargo, el legado de sus acciones contradice el mensaje de su Epístola, que resonó en las bodas civiles de México. Una carta que reflejaba la moralidad y el valor del matrimonio, a pesar de su autor no haber experimentado personalmente la institución que defendía.

El enigma perdurable

La vida de Melchor Ocampo resplandece como un enigma perdurable, una dualidad entre su doctrina y su vida privada, entre la Epístola de bodas y su amor prohibido. Un hombre cuya historia es una amalgama de amor, contradicción y una herencia inconclusa que perdura hasta nuestros días.

Las hijas ocultas

Melchor Ocampo tuvo cuatro hijas con Ana María Escobar, a quien consideraba su nana y hermana mayor.

Las hijas fueron Josefa, Petra, Julia y Lucila. Aunque las mantuvo a su lado, no reconoció su paternidad ni la identidad de su madre.

El motivo por el cual no las reconoció está relacionado con el estigma social y sus propias contradicciones personales. Ocampo, a pesar de su amor y vínculo con Ana María, nunca se atrevió a reconocer públicamente su relación y la paternidad de sus hijos debido al temor al rechazo social, el pudor y las culpas que lo atormentaban. Su posición en la sociedad de la época, sus convicciones morales y el estigma relacionado con su relación con Ana María llevaron a esta decisión de mantener en secreto la verdadera naturaleza de su vínculo con ella y sus hijas. Esta contradicción entre sus acciones y sus convicciones morales fue parte del complejo legado de Melchor Ocampo.

El corazón sustraído🫀
El hijo no deseado registrado póstumamente

Después de la muerte de Melchor Ocampo, se desencadenó un reconocimiento póstumo relacionado con uno de sus hijos, también llamado Melchor Ocampo. Este hijo fue concebido con Clara Campos, hija del administrador de la hacienda de Ocampo. En sus últimos deseos, Melchor Ocampo, el Ministro de Relaciones Exteriores y político mexicano, dispuso que su corazón perteneciera al Colegio de San Nicolás, en Morelia, Michoacán. Este acto simbólico representaba su deseo de legar algo significativo a la institución educativa.

El hijo póstumo, Melchor Ocampo, fue reconocido en los últimos deseos del político. A pesar de no haber reconocido abiertamente la paternidad de este hijo, en sus últimas voluntades, Melchor Ocampo aseguró que Clara Campos, la madre del niño, heredara una parte de sus bienes. Este gesto fue una manera simbólica de recompensar la fidelidad y los servicios distinguidos de Clara Campos y su familia.

El reconocimiento póstumo de este hijo, junto con los actos testamentarios, reveló una faceta más compleja de Melchor Ocampo, donde, a pesar de las circunstancias y los secretos mantenidos en vida, buscó, al menos en parte, otorgar un reconocimiento y apoyo a aquellos que habían sido leales a él, incluso en los momentos más delicados de su existencia.

La Epístola

Así dice:

Epístola de Melchor Ocampo: Declaro en nombre de la ley y de la sociedad que quedan ustedes unidos en legítimo matrimonio con todos los derechos y prerrogativas que la ley otorga y con las obligaciones que impone; y manifiesto: «Que éste es el único medio moral de fundar la familia, de conservar la especie y de suplir las imperfecciones del individuo que no puede bastarse a sí mismo para llegar a la perfección del género humano. Éste no existe en la persona sola sino en la dualidad conyugal. Los casados deben ser y serán sagrados el uno para el otro, aún más de lo que es cada uno para sí. El hombre, cuyas dotes sexuales son principalmente el valor y la fuerza, debe dar y dará a la mujer protección, alimento y dirección, tratándola siempre como a la parte más delicada, sensible y fina de sí mismo, y con la magnanimidad y benevolencia generosa que el fuerte debe al débil, esencialmente cuando este débil se entrega a él, y cuando por la sociedad se le ha confiado.

La mujer, cuyas principales dotes son la abnegación, la belleza, la compasión, la perspicacia y la ternura debe dar y dará al marido obediencia, agrado, asistencia, consuelo y consejo, tratándolo siempre con la veneración que se debe a la persona que nos apoya y defiende, y con la delicadeza de quien no quiere exasperar la parte brusca, irritable y dura de sí mismo propia de su carácter. El uno y el otro se deben y tendrán respeto, deferencia, fidelidad, confianza y ternura, ambos procurarán que lo que el uno se esperaba del otro al unirse con él, no vaya a desmentirse con la unión. Que ambos deben prudenciar y atenuar sus faltas. Nunca se dirán injurias, porque las injurias entre los casados deshonran al que las vierte, y prueban su falta de tino o de cordura en la elección, ni mucho menos se maltratará de obra, porque es villano y cobarde abusar de la fuerza.

®️URDIALES Zuazubiskar fundación de Letras hipnóticas A.C.©️

arturodavidescritor@gmail.com

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